(Por Christian Skrilec)
Pocas veces una campaña electoral se presentará tan previsible y con tan poco margen de opciones para el electorado. Sea como fuere que terminen conformándose las alianzas y el armado de las listas, las ideas fuerza de los sectores políticos serán tan limitadas como obvias. Las similitudes con la elección del 2015 nos instalarán en un dejá vu inevitable y sin opciones.
Para el oficialismo todo está claro. CAMBIEMOS. Esa alianza que después de un año y medio de su desarrollo como gestión está atada con alambre, y mantiene conviviendo a regañadientes al PRO, la UCR, la Coalición Cívica, y peronistas exiliados del PJ, tiene una estrategia definida: somos el cambio, somos lo nuevo, el pasado nos arruinó, es un pasado nefasto repleto de ladrones disfrazados de políticos, nos heredaron pobreza, delito, inseguridad, aislamiento, inflación, mentiras y corrupción. A ello se le agregará el condimento necesario para cocinar un guiso que de sólo mirarlo provocará indigestión. El oficialismo sabe que tiene poco para mostrar pero mucho para espantar. La Justicia, siempre genuflexa con el poder de turno, hará lo suyo, y desde los medios adictos a la propaganda y desentendidos del periodismo seguirán el juego. No hay más, finito.
Obviamente que esta obra necesita personajes, y la estrategia oficialista de presentar una lista de candidatos desconocidos e inocuos que no muevan el amperímetro electoral en la Provincia tiene una lógica inapelable: María Eugenia Vidal. La gobernadora es el ancho de espadas de CAMBIEMOS para la elección, y lo jugará en todas las manos. Tendremos a Vidal condenando el pasado y vendiendo futuro, a Vidal luchando contra las mafias, a Vidal presentando obras de infraestructura, y por su puesto a Vidal en todos los spots, flyers y afiches de campaña junto a candidatos a lo que sea. Y aunque usted no lo crea, el candidato que complementará a Vidal no participará de la elección bonaerense, y es Elisa Carrió. La primera candidata a diputada nacional en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires le dará enjundia y dureza a la campaña oficialista, reclamando prisión para el “kirchnerismo”, denunciando por narcotráfico al “massismo”, y pidiéndole ayuda a Dios y a los argentinos para recuperar la República. Esta es la nacionalización de la elección y el resumen de lo que vendrá por parte del oficialismo.
Es más, si tomamos los dos distritos importantes que gobierna CAMBIEMOS en la tercera sección, Quilmes y Lanús, observaremos estrategias similares que se corresponden con la descripta. En el caso de Quilmes, la imagen positiva del intendente Martiniano Molina se sumará a la de Vidal omitiendo a los candidatos locales, se promoverán hasta el hartazgo las obras de infraestructura como refutación de una gestión hasta ahora débil, y se planteará la comparación con la desidia en la obra y el servicio público de Gutiérrez. En Lanús, donde la imagen del intendente Néstor Grindetti fue muy golpeada en los comienzos con los Panamá Papers y la ola de inseguridad, se reforzará con un apellido histórico en la lista como el de Noelia Quindimil, y se potenciará al máximo una gestión que viene sumando aciertos en los servicios, en seguridad y en obras, y que en comparación con Darío Díaz Pérez deja moribundo al relato.
¿Qué le queda al peronismo entonces? En cualquiera de sus vertientes le quedan dos cuestiones de importancia. La primera es la más sencilla: Macri. Más allá de las valoraciones negativas, tendenciosas u exageradas que se puedan hacer desde la oposición al gobierno de Mauricio, hay una que es objetivamente inapelable: sus políticas de gestión no favorecen a la mayoría, quizás en el futuro puedan hacerlo, pero hasta ahora sólo grupos muy minoritarios pueden decir que están mejor que hace dos años. El eje será indudablemente económico y social, y al gobierno le va a costar rebatir los datos de los aumentos de tarifas, la caída del consumo, la pérdida del poder adquisitivo y demás consecuencias de sus políticas. El segundo tema a resolver, es el más complejo, el peronismo necesita cambiar la cara, o algunas caras, por lo menos las que lo llevaron a la peor derrota de su historia.
Gracias por leer.
*Publicado en la edición Num. 847 del semanario “El Suburbano”.