(Por Christian Skrilec)
Hay que cerrar. Creo que use este mismo comienzo en alguna que otra nota, u otra “Antitapa” de otro año que terminaba. Cerrar, o hay que cerrar. Cierra el año, cierre periodistico, cierre de edición, cierre relámpago.
La alternativa es otro análisis, otra vuelta de rosca, otra especulación que de ser certera nadie recuerda el acierto y de ser erronea los detractores se la acuerdan de memoria. En esa alternativa decir: el 2016 tiene necesariamente que ser el peor año del gobierno CAMBIEMOS, no estoy calificando el año de gestión, sino explicando que sea nacional o localmente, el 2017 debe ser obligadamente mejor si elecciones de por medio el “macrismo” y sus aliados quieren perdurar en el poder.
Pero hay que cerrar, y ese párrafo me parece más que suficiente para publicarlo por si sólo, pero esta página exige al menos 4000 caracteres para llenarse. Una lista de pendientes, o de haber y debe podría completarla. A estas alturas ya no soy periodista, ni cronista, ni escriba, soy un contador de palabras. Necesito un ábaco para caracteres.
Hay que cerrar, lucido o embotado, sobrio o fumado, hay que cerrar y entregar como corresponde y poner algo atractivo para que el lector (uno, mil, seicientos, catorce mil), lea y se entretenga, ya está: lo mejor y lo peor, todo el mundo se engancha con esas dicotomías pelotudas.
No. Mejor estadísticas. Estadisticas de seguridad: Un muerto en el arroyo. Siete muertos en el arroyo. Ningún muerto en el arroyo. Sin foto del muerto no hay muerto. Conclusión: una foto de un muerto en el arroyo igual a un muerto. Arrebato, entradera, pungueada, escruche, falopa, putas, juego, bingo, policía, asesinato, paco, merca. Stop: Estamos luchando contra las mafias. La víctima drogada, violada y afixiada en la valija mientras una docena de gendarmes cuidan la plaza Conesa para que ningún “negro” le pise las flores. Hace casi un año encontraron a los Lanatta, lejos, en otra parte.
Pero hay que cerrar, porque es la última del año, y en un año pasa de todo y se cuenta de todo. Entre cuarenta y cincuenta editoriales, en siete u ocho años van 300 o 400 “Antitapas”, cómo no repetirse si falta imaginación, o tiempo, o inteligencia para darse cuenta de lo que pasa, o lo que es más grave, cómo no repetirse si la política tiene una vocación inenarrable de repetir siempre los mismos errores.
La economía, la macro, la micro, la economía informal, en negro, el salario, el mínimo no imponible, dónde está la mía, la tuya, quién me manoteó el bolso. Tasas, tarifas, inflación, aumentos. Guita. Entre las frases que dejaron los doce años del gobierno anterior hay una de Néstor Kirchner que me gusta: “Los números de la economía tienen que cerrar con la gente adentro”. Que la hayan o no aplicado con certeza es otra historia.
Y como yo estoy atrapado en este cierre, en esta última nota del año, todos estamos atrapados en medio del río, entre los discursos sesgados y falsos de la grieta irreparable y le diferencia rotunda. Me niego a navegar entre dos orillas en la que me esperan ladrones inescrupulosos de un lado e inútiles inexperientes del otro. Hay de todo en todas partes. Nadie, y me sigo repitiendo hasta al hartazgo, hace todo bien o todo mal. Sólo hay que aceptar, que a los que se dedican a la política en este país (y tal vez en todas partes), sólo les ineresa llegar al poder y permanecer en sus ventajas. En pos de ese interés accionan, y a veces esas acciones favorecen a la gente. A veces, de vez en cuando, los políticos nos favorecen.
Como a veces favorece el periodísmo, cuando deja de lado sus intereses y necesidades, sus vanidades de rey bobo y sus jactancias de nabo, y difunde alguna necesidad imperante que a la política no le queda otra que satisfacer. Eso también pasa algunas veces.
Pero hay que cerrar, y es la última, y se termina el 2016 y en la próxima hay que arrancar porque empieza el 2017, y ese quiebre de las cero horas es como un pasaje mágico, al que todos le otrogamos la cualidad de poder cambiar las cosas, e imaginamos que nos va a ir mejor. Eso también a veces pasa.
Perdón por las digresiones, y como decía mi abuela, buen fin y mejor principio.
Gracias por leer.
Publicado en la edición N 828 del semanario «El suburbano»