(Por Christian Skrilec) Por momentos parece que hubieran terminado el duelo, que la confusión y el aturdimiento en que los dejó la paliza amarilla del año pasado comienza a disiparse. Los peronistas, lentamente, se mueven, se pelean, generan espacios, discuten, se acusan, se solidarizan, debaten, se delatan, acuerdan y traicionan. En síntesis, hacen un culto de sí mismos.
Es casi indiscutible que el peronismo es el epicentro de la política argentina desde su nacimiento a mediados del siglo pasado hasta nuestros días. Pero es importante observar que el peronismo bonaerense es la clave de la historia política de los últimos treinta años. Lo saben todos los dirigentes, los propios y los ajenos. El nombre de Eduardo Duhalde, en los libros futuros, será estudiado como factótum del destino de nuestra época: En 1988, rompió la hegemonía de Antonio Cafiero en la Provincia de Buenos Aires, y logró que Carlos Menem ganara la interna justicialista para que luego gobernara diez años la argentina. En el 2001, le puso nafta al helicóptero que se llevó al (califíquelo usted mismo) Fernando De la Rúa de la Casa Rosada. Después de una breve presidencia, trajo del sur a Néstor Kirchner, que con los votos del fenomenal aparato bonaerense de entonces consiguió el porcentaje necesario para asustar a Menem y dejar la letra K en el poder durante doce años.
La reciente frase autocritica de Duhalde, “Soy parte de una dirigencia de mierda que ha fracasado”, no lo exime de ese fracaso ni de la autoría de los hechos descriptos en el párrafo anterior. Todo este ejercicio de memoria me sirve para decir que hoy la provincia de Buenos Aires no tiene un Duhalde, bah, si lo tiene al propio Duhalde, pero su influencia es más una molestia que una brújula. Él, al igual que otras decenas de dirigentes que ostentaron el poder bonaerense no pueden sacarse el olor a naftalina, y su presencia en las fotos actuales, tomadas por teléfonos celulares inteligentes, sólo sirven para avalar la existencia de un pasado venturoso que sólo vive en la imaginación de ellos mismos.
Para el peronismo, que como Dios, tiene multiplicidad de nombres (peronismo, kirchnerismo, duhaldismo, menemismo, Frente Renovador, FREJULI, FREJUSO, UNA, Partido Justicialista, Grupo Fénix, Grupo Esmeralda, o como quieran bautizarlo los creyentes del momento), la catastrófica derrota del año pasado en territorio bonaerense es indigerible y afecta su reconstrucción.
Sabemos, que la autocrítica no está entre las virtudes ni las verdades peronistas. Entonces se acusan entre sí para omitir la única verdad revelada de todo el asunto: Sin Cristina, no hay Macri. La ex presidente Kirchner, su segunda gestión de gobierno y su patológica construcción política no sólo hicieron a Mauricio Macri presidente, sino que además, lograron que el peronismo perdiera la Provincia a manos de María Eugenia Vidal. Y ese es el verdadero cambio, sin la hegemonía política bonaerense, el peronismo está perdido, y aunque no les guste, Cristina lo hizo.
No obstante, y aquí la paradoja para empezar a tomar nota de lo que viene: Cristina es la dirigente peronista con mayor imagen positiva y mayor intención de voto en el conurbano bonaerense (conurbano que guarda el 70 por ciento de los votos de la Provincia). Es más, al menos tres encuestadoras, dos de ellas de entidad, dan a la hipotética fórmula Kirchner-Scioli (posiblemente senadora y diputado), con chances de alzarse con un triunfo en el 2017. Y aquí otra paradoja, sólo Macri, y sus políticas económicas y sociales podrían lograr un triunfo “kirchnerista”.
Lo sé, en el medio está el peronista Sergio Massa, y sus dudas de cómo construirse como alternativa y no quedarse atapado otro vez a mitad del río. También están los peronistas de Macri, hoy escasos de juego y con poder a cuenta gotas, pero para empezar a pensar lo que viene electoralmente en territorio bonaerense, por ahora es suficiente. Una anotación final que justifica lo antedicho, en las elecciones transcurridas desde 1985 hasta el año 2015 incluido, sumando todas sus vertientes, el peronismo nunca obtuvo menos del 50 por ciento de los votos en la Provincia. El dato, es atendible.
Gracias por leer.
Publicado en la edición N° 818 del semanario «El Suburbano»