(Por Christian Skrilec)
La anécdota es fútil. Estaba conversando con un diputado provincial opositor en un bar a dos cuadras de la Legislatura, la charla versaba sobre generalidades de la gestión CAMBIEMOS, con cierta adicción a la “chicana” política le digo, “no sabía que te habías vuelto macrista”, a lo que me responde, “no, macrista no, vidalista”.
La anécdota es menor, trivial si se quiere, pero es uno de los tantos átomos que da forma a esa masa crítica que se está gestando en la política bonaerense, que entre corrillos, mentideros, y reuniones partidarias, asegura que Vidal no es Macri. Obviamente, esa afirmación se hace en tono positivo, destacando la figura de la Gobernadora sobre la del Presidente.
Publicaciones recientes de medios nacionales consignan cierta incomodidad del entorno “macrista” respecto a Vidal, sea por su protagonismo creciente, por evitar pagar el costo de las políticas más duras del gobierno como el tarifazo y la escalada inflacionaria, sea porque las encuestas (cualquiera de ellas) la ponen al tope la imagen positiva de los políticos, o porque en los actos conjuntos la ovación del público es mayor cuando la nombran a ella que al resto de los funcionarios, incluso, a veces, recibe un aplauso mayor del que le brindan al Presidente (el caso de la inauguración de la Exposición Rural fue sorpresivo y contundente).
Pero pensar que Vidal sólo se distingue de Macri por su aceptación popular, es limitado. Como relata Ezequiel Spillman en su libro “La otra hechicera”, primera biografía política de Vidal, fue el mismo aparato comunicacional del PRO el que descubrió que mientras era ministra en la Ciudad de Buenos Aires, Vidal recibía menos críticas y mayor aceptación de sus políticas que el resto de los funcionarios, hecho que fueron potenciando con los años y endureciendo durante su candidatura.
La imagen publicitaria y el estilo personal de la gobernadora, que la ha convertido en la nuera ideal de todas las suegras de la provincia de Buenos Aires, no son suficientes para explicar el respeto que comienza a ganarse en el andamiaje feroz de la política bonaerense.
Vidal no es Macri. Y Vidal no es Macri porque hace política, y hace política, o al menos intenta hacerla, con las reglas de juego de la política, esas reglas que el PRO se ensaña en desconocer y descalificar en público, y no sabe cómo hacer para ejecutarlas en privado.
Para entender esto hay que evidenciar lo siguiente: ni Jorge Macri, intendente y funcionario del Bapro, único conocedor pragmático de origen PRO de la “runfla” bonaerense; ni Emilio Monzó, presidente de la Cámara de Diputados y armador indiscutido de aparatos, alianzas y contubernios; ni Rogelio Frigerio, ministro del Interior y único de los ministros políticos de Macri, cerraron los acuerdos de gobernabilidad de los que hoy goza Vidal. Los acuerdos los cerró la Gobernadora. Vidal se reúne con los intendentes, charla con legisladores, y toma mate con la gente, y percibe con claridad el conflicto permanente que se vive en el conurbano con la economía, el desempleo, la inseguridad, y la falta de infraestructura básica, entre otras desgracias que nos tocan en suerte.
Vidal acordó con el Frente Renovador de Massa (y también con diputados y senadores del Frente para la Victoria), el cogobierno de las cámaras bonaerenses, pactó el endeudamiento con los municipios, donde hasta ahora cumple religiosamente con el envío de fondos, pilotea como puede el conflicto con los gremios estatales, se puso al frente del reclamo del Fondo del Conurbano Bonaerense, y así, una sucesión de hechos que la potencian.
El “vidalismo” ya nació, y dependerá de la Gobernadora para que crezca, aunque enfrenta dos problemas fundamentales: en primer término, la falta de gestión real, eso que se ejecuta después de los anuncios, los planes, los flashes y la publicidad, y da respuestas a los vecinos (un mal que no sólo afecta a Vidal sino a todas las administraciones de CAMBIEMOS). En segundo lugar, la increíble pero durísima interna PRO, donde temen que Vidal pase de ser la primer mujer en gobernar la Provincia, a ser el primer gobernador en llegar a la presidencia.
Gracias por leer.
Publicado en la edición N° 810 del semanario “El Suburbano”.