(Por Christian Skrilec) Es un concepto que se repite hasta el hartazgo, pero no por ello hay que dejar de tenerlo presente: No hay gestión local exitosa si la gestión Nacional o Provincial fracasa. La dependencia es directa. La consecución Nación-Provincia-Municipio es lineal e inapelable, y más aún si los estamentos en cuestión son del mismo signo político.
La interrelación de los tres estados no tiene una fórmula directa para aplicarse y sacar el cálculo con exactitud, pero hay que pensar siempre en un efecto derrame, en una derivación de las decisiones que siempre golpean abajo con mayor fuerza. Ejemplifiquemos a lo bruto: si el gobierno nacional devaluara un cien por ciento la moneda, la provincia de Buenos Aires detonaría, y los municipios serían las principales víctimas de la explosión. En cambio, si la esperada y mágica lluvia de inversiones cayera sobre el país, el gobierno nacional se fortalecería, una parte de esas inversiones reactivarían la Provincia y mejorarían su economía, y los municipios, algunos con mayor suerte que otros, también se verían favorecidos.
Pero como se desprende del ejemplo, los fracasos nacionales o provinciales son mucho más evidentes en el pago chico que los éxitos. Obviamente, esto no significa que los intendentes deban sentarse a esperar. Además, a la mente del lector, seguramente vienen a la memoria ejemplos de aciertos nacionales y fracasos municipales en perfecta sintonía, y es cierto. El flujo de fondos tanto para infraestructura como para desarrollo que recibieron gran parte de los municipios durante el período 2005-2010, se tradujo en aciertos predecibles como en errores inexplicables.
En la región, los casos saltan a la vista, las gestiones de Avellaneda y Berazategui tuvieron una mayoría de aciertos, mientras que las gestiones de Quilmes y Lanús cometieron demasiados errores. La política y los vecinos tomaron nota rápidamente, mientras que Mussi y Ferraresi fueron reelectos, Gutiérrez y Díaz Pérez fueron reemplazados por Molina y Grindetti. Los dos primeros resistieron al “cambio”, contuvieron, o aguantaron la ola.
Esta es la clave. La ola nacional o provincial cae sobre los municipios, los lleva mansos y victoriosos hasta la orilla o los destroza como un tsunami. Como ya dijimos, los intendentes que dependen exclusivamente de las corrientes marinas de la política, suelen terminar a la deriva.
Sin mucho esfuerzo, podemos predecir que tanto Ferraresi como Mussi se preparan para “surfear”. Si la ola es buena, intentarán captar la mayor cantidad de recursos posibles, y demostrar que su gestión es positiva más por sus propios quehaceres que por las acciones de la Gobernadora o el Presidente. Si la ola los revolea, su actitud será de resistencia, y su discurso caerá en un sencillo pero efectivo “hacemos lo que podemos”.
En cambio, tanto para Molina como para Grindetti la situación es mucho más compleja. Ambos son, desazón de Jorge Macri de por medio, los intendentes más conocidos de CAMBIEMOS en la provincia de Buenos Aires. Ese nivel de conocimiento se construyó de manera dispar, el hombre de Lanús fue secretario de Hacienda de Macri en la Ciudad, pero la fama le sobrevino por los Panamá Papers, y es reciente; Molina por su parte, había sumado fama por sus habilidades culinarias y la potenció mediáticamente desde que asumió como Intendente.
La ola nacional y provincial es de ellos. Están en posición de reclamarla. Si la ola es buena estarán en condiciones de gestionar con tranquilidad, mejorar la performance de sus antecesores, y construir el poder político que les permita seguir gobernando sin sobresaltos. Si la ola es mala, los va a arrastrar como un Tsunami.
Estas últimas son verdades de Perogrullo, pero lo que debemos resaltar, es que si en política sólo se dependiera del éxito ajeno, todas las acciones de gobierno que exceden a Balcarce 50, carecen de peso, y no es así. El desafío real que tienen tanto Molina como Grindetti, (y en una buena medida podríamos incluir en este esquema a la gobernadora Vidal), es prepararse para enfrentar la ola, sea cual fuera su característica, eso es hacer política.
Gracias por leer.
Publicado en la edición N° 799 de el semanario «El Suburbano»