(Por Christian Skrilec) La mayor ventaja con la que cuenta hoy el intendente Martiniano Molina, son los sucesos externos. Es que la situación nacional y las medidas que se tomen para CAMBIAR el rumbo del país, van a eclipsar los problemas del pago chico. Además, pese a la magnitud de un distrito como Quilmes, la provincia de Buenos Aires, el otro epicentro del CAMBIO, generará un doble eclipse. En síntesis, el quilombo grande tapa al chico, o al menos lo relativiza.
La muletilla de campaña de Martiniano: “Quilmes está devastado”, ha ido tomando cierto rigor práctico en los últimos días. La supuesta “transición positiva”, hizo chocar al Intendente con la realidad de una administración compleja y con la obligación de mostrar gestión pese a cualquier circunstancia.
Molina también llegó para CAMBIAR, y algunas decisiones sutiles tratan de darle forma a ese cambio, desde el cambio del logo Municipal hasta la voluntad de mostrar gente trabajando en la calle, aunque sea barriendo las aceras. Pero los problemas son más complejos que la señalética y unos kilos de tierra acumulada.
Siempre es peor de lo que parece. La administración anterior se acostumbró a vivir entre ñoquis y vagos, aunque nos cueste entenderlo, era parte de la construcción política con espíritu gremial de Gutiérrez: Un funcionario tenía un pariente sin trabajo, le daban un contrato. Un concejal se resistía a levantar la mano, siete contratos. Un director de un área no tenía cómo hacer caja, cuatro contratos. Había que sacar los trapitos de la calle, ciento setenta contratos. Y así sucesivamente.
Según trascendió en las últimas horas, la administración Molina, podría funcionar con dos mil empleados menos. Lo que traducido a la praxis, significa que se dejarán caer los contratos transitorios que vencen a fin de año, y se dará la baja de una importante cantidad de empleados municipales, muchos de los cuales creen que tienen el puesto asegurado por haber sido beneficiados con la denominada “Planta Permanente”. Pero la verdad es, que si esa planta permanente tiene menos de un año de antigüedad, su situación es precaria. Esto va a derivar inevitablemente en un conflicto, donde habrá que exhibir capacidad negociadora.
El problema del personal no es el único. El otro problema son los recursos. La plata no alcanza. Muchos elogian a María Eugenia Vidal por su famosa frase “nos entregaron una provincia quebrada”, hecho que es absolutamente cierto. Pero más allá de las interpretaciones políticamente intencionales del asunto, hay que decir que la provincia está quebrada desde la administración Duhalde, porque el sistema actual de coparticipación e impositivo la vuelve inviable. El déficit es anual e histórico, y las sucesivas administraciones se sostienen con el endeudamiento y lo que originalmente se denominó, Fondo de Reparación Histórica del Conurbano Bonaerense. Provincia quebrada, no es novedad.
Que le queda a Quilmes entonces, cuando la recaudación propia es insuficiente para pagar los sueldos. La próxima semana el Concejo Deliberante aprobará el aumento de todas las tasas municipales en un 25 por ciento. Una evaluación práctica nos permite especular que ese aumento sólo sirva para paliar el costo del aumento salarial de los trabajadores municipales del 2016. Por eso el volumen de la reducción de personal se vuelve clave, y las peleas gremiales de los próximos meses esenciales para los respectivos gobiernos.
Políticamente, el nuevo aumento de tasas, que llegará a hogares, comercios e industrias, el próximo enero, podría acompañar a las boletas de Luz y Gas sin subsidios, y a algún reajuste de otros impuestos provinciales como rentas inmobiliarias y del automotor. El cóctel puede caer pesado al estómago social.
Martiniano pide paciencia, y afirma que “nos va a llevar mucho tiempo ordenar lo que encontramos”. Su desafío es convencer al vecino que lo “banque”, que le de ese tiempo que necesita. Mientras tanto, la gestión en su totalidad, debe hacer un esfuerzo por tomar prioridades, y definir entre lo urgente, lo importante y lo superficial.
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