(Por Christian Skrilec) El Barba le pide a Guille que pegue la vuelta, que se olvidó algo en la Muni.
Guille frena la Eco Sport y da la vuelta en U sobre Alberdi, el monovolumen raspa las ruedas sobre las chinches amarillas que clavaron sobre la calle en nombre del embellecimiento.
“Dejame acá”, dice el Barba, y Guille estaciona la camioneta frente a la entrada principal del Municipio. El Barba se baja, cierra la puerta y camina. Pantalones de vestir grises caídos, zapatos marrones sin lustrar, una camisa manga corta a rayas rosas y blancas metida a medias bajo el cinturón.
Mientras cruza la explanada, una señora entrada en años y en kilos, enfundada en un uniforme azul, se le acerca al trotecito. El Barba la abaraja diciendo, “¡¿Qué pasa compañera?!”. La mujer no dice nada, le agarra la cara, le da un beso, y lo mira. “Gracias”, dice el Barba, la mujer se envalentona y le da un abrazo. El Barba sorprendido tarda en corresponderle.
Al Barba le toma un tiempo despegarse, la mujer tiene los ojos llorosos, y murmura que lo va a extrañar. El Barba huye de la emoción y le dice, “tranquila Compañera, en el 2019 vuelvo”. Pero el Barba camina a paso veloz y sabe que no va a volver, que está grande, que está cansado, que está la UOM, la CGT, la situación del país, del peronismo y de los hombres. El Barba sabe que se terminó su aventura como intendente.
“Ocho años preso, ocho años como diputado nacional, ocho años como Intendente”, ese mantra, esa frase cabalística le sirvió en el 2011 cuando fue por la reelección, pero en el 2015 se le volvió en contra.
Ya en los pasillos del segundo piso no queda nadie, la gestión está en fuga, muchos de los tipos que llegaron con Gutiérrez siendo nada, se van de la gestión siendo nada, o confirmando que no servían para nada. Eso sí, se van con la plata que nunca podrían haber ahorrado en el mundo de la actividad privada, y algunos ahorraron lo suficiente como para no necesitar nunca más de un trabajo. También se van habiendo disfrutado del sexo que en su vida anterior nunca habían tenido, y extrañaran un poder que ejercieron y nunca más volverán a tener. Difícilmente en la ciudad aparezca otra hada madrina como el Barba.
Sólo en la oficina, el Barba olvidó que era lo que buscaba, se toca los bolsillos del pantalón, mira por la ventana, toma el celular del bolsillo de su camisa y lo llama a Guille, “¿Qué venía buscar yo?”. Guille le dice que no lo sabe.
El Barba baja por las rampas del Municipio, le da la mano a un muchacho de seguridad, y vuelve a la camioneta. Mientras sube al vehículo, un camión de recolección de residuos lo saluda con la bocina, los muchachos que van colgados atrás le gritan “¡Vamos Barba!”, el Barba saca la mano por la ventanilla y ensaya una V peronista. Nunca nadie que haya administrado esta ciudad les pagó tanto por tan poco.
“Llamalo”, le dice el Barba a Guille. “No contesta”, responde Guille segundos después mientras retoma Alberdi hacia el oeste. “Llamalo al otro” pide el Barba. “Está apagado” contesta Guille. Los ex secretarios a los que llama el Barba ya no están, se fueron. Aparecerán dentro de algunas semanas, a pedirle trabajo.
“Vamos para la UOM”, dice el Barba. Guille acelera, a los pocos metros la Eco Sport se sacude por un pozo afilado y profundo. Silencio.
El cruce de Rodolfo López es un atolladero, el bajo vías en obra de Bernal colapsó un tránsito ya colapsado, la alarma de la barrera suena para advertir la presencia de un tren eléctrico que no pasó ni pasará en todo el año, un caballo raquítico se empacó sobre las vías y el carrero lo azuza para que se mueva.
Finalmente cruzan las vías, Guille estaciona frente a la UOM después de esquivar una pila de bolsas de residuos que se apilaron producto del achique. El Barba baja, golpea, chifla, aplaude, nadie sale. “¿Tenés llave?, le pregunta a Guille. “No”.
El Barba vuelve a la camioneta. Se acomoda el pelo, se arremolina en el asiento para meterse la camisa dentro de los pantalones, baja la ventanilla y apoya el brazo derecho en la puerta. “¿A dónde vamos?”, pregunta Guille. El Barba piensa unos segundos con la mirada tranquila, distante. Después contesta, “A ninguna parte”.
Gracias por leer.
¡¡¡FELICITACIONES….!!! como siempre lo tuyo excelente, Christian Skrilec
Muy bueno felicitaciones