(Por Christian Skrilec) El disparador tradicional para hablar de la sustracción de votos, la falta de boletas, y el supuesto fraude electoral, suelen ser las denuncias de los candidatos que alcanzan menos votos de los que creían que iban a obtener. Con esto no estoy negando las irregularidades, porque las hay. Pero pretender que ese conjunto de irregularidades, transforman una elección en fraudulenta, o que modifican el resultado final, es producto de la exageración de nuestro tiempo.
Felipe Solá, que en la previa a la elección, cuando medios opositores agitaban el fantasma del fraude, tuvo la sensatez de relativizarlo, ahora denuncia que le hurtaron 193 mil votos. El asunto tiene más que ver con la estrategia política que con la realidad. El PRO también interpreta la misma canción pero con su estilo. En Quilmes, Martiniano Molina se ha quejado, para mi gusto en demasía, por el faltante de boletas.
Las prácticas denunciadas, el hurto de boletas, las trampas en el recuento, el apriete a los fiscales, y todo tipo de trapisondas por el estilo, tienen su origen y fundamento en la interna partidaria tradicional. Allí, donde sólo votaban los afiliados a cada partido, y el conteo de votos podía dirimirse a punta de pistola, modificarse por favores sexuales, o cambiarse por una suma de dinero adecuada. Todo esto está probado, y en nuestra ciudad sobran anécdotas al respecto.
En la elección general, el tema es más complejo. Si el presidente de mesa tiene experiencia, o simplemente ganas de honrar la carga pública que le tocó en suerte, no hay mucho espacio para la trampa. No obstante, nadie está exento del robo de boletas, más cuando a los fiscales de los partidos tradicionales se los motiva para ello. Eso pasa.
Es antidemocrático, e injusto para el ciudadano que va a emitir su voto. No hay duda de ello. Pero no podemos ser tan ingenuos. En un país donde el sistema republicano no se aplica y la división de poderes es apenas sutil, donde la sociedad tolera de manera increíble las prácticas corruptas de quien sea, y la anomia social está entre nuestras características, pretender que no se “afanen” las boletas es incongruente.
Por estas razones, y porque ningún partido político peca de ingenuo, se preparan fiscales. Se hacen acuerdos de fiscalización entre los partidos más chicos, se suman fiscales generales, y se imprimen diez veces más boletas que las necesarias.
Con justa razón, los partidos o sectores políticos noveles o más pequeños, que más que a gobernar aspiran a cargos legislativos, se quejan de su falta de recursos, tanto en militancia como en dinero, para afrontar una elección. Pero lo que es más difícil de aceptar, es que los partidos tradicionales, o fuerzas con pretensión de gobernar el país, se victimicen.
Aquí en Quilmes, por ejemplo, hay unas 1.300 mesas de votación repartidas en 150 sedes aproximadamente. El ideal para controlar la elección es tener un fiscal por mesa, y un fiscal general por escuela, o club, o el lugar que se vote. Además de las boletas necesarias para reponer las faltantes. Pero la práctica indica que se puede lograr una fiscalización efectiva con menos gente. Cualquier “arquitecto” electoral puede afirmar que con quinientos militantes preparados y las boletas necesarias, es imposible que te perjudiquen durante la elección.
Para cerrar, una última observación fundada en el pragmatismo de lo real. El futuro intendente de Quilmes, sea quien sea, tendrá que controlar el funcionamiento de: 45 unidades sanitarias, un dispensario municipal, un hospital (Materno Infantil de Solano), el servicio municipal de recolección de residuos, más de cinco mil trabajadores de planta, el servicio de alumbrado y semaforización, la escuela municipal de Bellas Artes, 700 policías comunales, la actividad privada, 17 delegaciones, entre otras decenas de asuntos. Además de controlar en conjunto con la Provincia los 300 edificios escolares y su funcionamiento, las dependencias policiales y el Hospital de Quilmes.
Necesito que el candidato demuestre, por el bien de la ciudad, que puede controlar que en 150 escuelas no le falte la boleta.
Gracias por leer.
Publicado en la edición N° 768 de “El Suburbano”