(Por Christian Skrilec) La próxima encuesta es irrefutable, la muestra es total y el resultado lo vas a tener a la medianoche del próximo domingo. No hay publicidad, ni operación, ni especulación, ni análisis que valga. El número va a mostrar sin apelación el humor de la sociedad, sus convicciones o voluntades políticas.
Obviamente que después vamos a tener que aguantar las observaciones tendenciosas, las bajadas de línea inescrupulosas, y los interesados de siempre tratando de llevar agua para su propio molino. Esa situación se dará porque la próxima elección, denominada Primaria Abierta Simultanea y Obligatoria (PASO), no es la definitiva. Pero si será un indicador inapelable.
Los sectores que tengan internas, definirán quién es su candidato para octubre. También se reducirá considerablemente el número de participantes para la elección general, ya que aquellas fuerzas que no lleguen al 1,5 por ciento del total de los votos quedarán en el camino.
La elección, como decía, no es definitiva pero si indicativa. Más allá de lo que nos quieran mostrar al día siguiente, el resultado del domingo va a exponer si la pelea electoral sigue hasta octubre o se agota ahora mismo. Hay diferencia que son irremontables, a nivel país, provincia, o localidad; como así también, hay diferencias que generan incertidumbre.
La explicación no es en vano, ya que como solemos repetir en estas páginas, la participación es importante, y por supuesto, esencial para el sistema democrático. Sistema perfectible, que pide a gritos una reforma electoral, no sólo en el cambio superfluo de la boleta de papel por el voto o la boleta electrónica, sino en los mecanismos de elección de los candidatos, en la separación de los tiempos de votación para las distintas categorías (presidente, gobernador, intendente, legisladores, etcétera). Tranquilos, de ese tema, ni se habla. Algunos creen que reforma política significa perder menos tiempo en la cola de votación y conocer el resultado más rápido.
Respecto a las PASO y los resultados, hay que advertir que cada vez es más complejo elucidar la composición del voto. Los reduccionismos no sirven, aunque soy de los que cree que la variable más sensible sigue siendo la económica, la degradante frase “se vota con el bolsillo”, suele ser un martillazo al análisis político.
También es cierto que nuestra sociedad está cada vez más estratificada. Las diferencias sociales, culturales, educativas y económicas generan brechas demasiado profundas entre personas que viven a metros de distancia. El desafío de las fuerza políticas es atravesar las diferencias y convencerlos a todos. Lamentablemente parece que la publicidad lo hace posible, y somos capaces de votar a quien nos perjudica, porque nos regaló un globo en la calle o nos guiña un ojo por la tele.
El resultado es lo que vemos, los gobiernos no vienen de Marte, son gobierno porque nosotros los votamos. El tipo que ves por televisión y que anuncia que va a mejorar la seguridad era vecino tuyo o de alguien, el que te dice que te va aumentar las tasas o cambiar la ciudad, fue a tu mismo colegio, o al de tu primo. El gobierno lo elegís vos. Y aunque nunca gobiernen los que vos votas, no importa, porque es parte del sistema, y es hora de qué también te empieces a preguntar por qué los tipos que vos votas nunca llegan.
Es muy fácil exculparse, para la conciencia y la vida cotidiana, quitarse la responsabilidad de encima. Decir que el otro “no entiende nada”, que ese vota uno porque es un “negro de mierda”, que el otro vota al otro porque es un “culo roto”, calificar de “ignorantes” a los que piensan distinto y de “pelotudos” al resto del mundo sin involucrarnos y tratar de entender qué es lo que pasa.
El domingo hay que votar, y el lunes que viene vas a seguir haciendo lo que estabas haciendo y yo voy a seguir haciendo lo que hago todos los días. No puede ser tan difícil meditar aunque sea un rato, ocuparnos un poco de nosotros y de los demás, antes de ir y meter el sobre en la urna, por lo menos para evitar que de verdad nos gobiernen los marcianos.
Gracias por leer.