(Por Christian Skrilec) Las elecciones primarias están temporalmente cerca pero siguen lejos de la gente. No obstante, es imaginable que las lluvias de spots electorales, y cierto aturdimiento visual en la vía pública que puede darse en las próximas dos semanas, obligue al vecino a pensar en el voto, a agendarse mentalmente el asunto político. Cómo suelo repetir en esta columna, aunque el vecino se niegue a informarse, preocuparse, o a dedicarle algunos minutos de su tiempo al tema político aduciendo falta de interés, no debe olvidar que la mayoría de los problemas cotidianos que lo aquejan, suelen tener como única opción de resolución a la política. Ejemplos hay millones, pero desde el interés que cobra la tarjeta de crédito hasta la recolección de residuos, desde un semáforo que no anda hasta un trámite judicial, desde el corte de pasto en una plaza hasta la inseguridad, se establecen con decisiones políticas. Y ese poder de decisión que tiene la política se lo da el vecino con su voto, tanto al presidente que marca el rumbo del país, hasta el concejal que cambia de mano la dirección de una calle.
En este marco de cierta indiferencia, que empieza a tener más olor a continuidad relativa que a cambio profundo, en el ámbito de Quilmes las elecciones internas del 9 de agosto tienen al Frente para la Victoria (FpV) como sector de mayor interés. No sólo por ser el partido que en esta instancia electoral puede cosechar mayor cantidad de adherentes, sino también por la interna a la que se enfrenta.
Los otros dos sectores cuyo volumen de votantes pueden tener expectativas de competencia de cara octubre, superarán esta instancia sin mayores conflictos. El Frente Renovador tiene un candidato único, que es Walter Queijeiro; y CAMBIEMOS, enfrenta al candidato PRO, Martiniano Molina, con el candidato de Elisa Carrió, Héctor Miranda; interna que tendrá un resultado arrasador en favor de Molina. Es cierto que estos sectores necesitan un caudal de votos que les permita soñar con la intendencia y no los saque de carrera, pero eso lo dejaremos para otra edición.
Volviendo al FpV, digamos que Gutiérrez salió a la cancha con una campaña jugada, la que ya se observa en vía pública y en las redes sociales, la del “vasito de agua”. El oficialismo exhibe un vaso lleno hasta la mitad, difunde las obras que hizo, muestra sus logros, e invita al vecino a ver el vaso medio lleno, solicitándole el voto para llenar lo que falta. La campaña es riesgosa, aunque es obvio que los opositores verán sólo la parte vacía del vaso, a la enorme masa de votantes cuya decisión va cambiando según la época, los indecisos, los votantes circunstanciales de uno u otro partido, la campaña los obliga a sopesar, a poner en la balanza no sólo los logros publicitados, sino también los fracasos difundidos por los opositores o percibidos por los vecinos. La dicotomía vaso lleno/vaso vacío, invita a un voto razonado más que intuitivo y apasionado.
Quien también apuesta a cierta explicación para obtener sus votos es Daniel Gurzi. Por primera vez el candidato opositor a Gutiérrez dentro del oficialismo se pone serio en su campaña. Recordemos la ridiculez de los afiches con preguntas o las gráficas desteñidas de otras elecciones. Esta vez, y en un volante resumido de un lado y con una larga explicación del otro, la gente de Gurzi le dice al vecino que si quiere dejar de ser gobernado por Gutiérrez hay que sacarlo de la carrera electoral ganándole la interna, que en octubre vote a quién quiera, pero que en agosto, en las primarias, lo vote a Gurzi para quitarle la posibilidad a Gutiérrez de una nueva reelección. El sustento explicativo obedece al pragmatismo puro, y es cierto, si Gurzi se impone en la interna chau Gutiérrez. El inconveniente de un mensaje de estas características, es que da a entender que si “el Barba” gana la interna volverá a ser intendente, cosa que es posible pero está lejos de ser definitiva. Una campaña con un eje tan contundente, puede desalentar la participación de votantes independientes a futuro, y frustrar a los opositores.
Gracias por leer.
*Nota publicada en la edición 764 de «El Suburbano»